lunes, 21 de marzo de 2016

'Olvídame fuerte, igual que te amé'






'Me bebo el aceite por ti, de los pezones del aire, tierno estaré y aun así, no me beses en a boca; soy vinagre'








inconcluso


Lunes noche, la ciudad turbia recupera el silencio, 
la dignidad efímera que la recompone cada noche. 
Yo me intento reconstruir. De veras que lo intento. 
Me está costando por ti, me está corroyendo el tiempo, 
dispuesta estaré y aún así, no me beses en los labios; 
soy lamento. 
Lamento constante del viento, 
resurgir de las colmenas de piedra.
Ciega estoy y aún así te veo 
en los quejidos del cielo nocturno. 
Quiero largarme de aquí, de lo absurdo. 
Quiero que luches por mí, 
no me sueltes de la mano. 
Fumo y en el humo se consumen tus noches, 
ciego constante.
Me arrancas del sexo las ganas, 
me traes a rastras cada vez que te vas. 
Te juro que no volveré, 
que el muro se alza 
a velocidad inconstante pero sin pausa. 
En una nube verde y densa creo morir, 
entonces me salva mi ángel aquí. 
Y si la ciudad nunca llueve yo no puedo dormir. 
Y las rondas nocturnas acaban sin ti. 
Me marcho deprisa, no quieras venir, 
que el tiempo no avisa y te quiero (mal)decir;
La melodía llega a su fin, más pronto que tarde, 
pero siempre y nunca, como solías contar.



la canción que me ha sacado esto del pecho

La última vez

Un minuto de silencio por todo lo que murió al irnos, 
al dejarnos ir. 
Un minuto gritando al viento el nombre de los caídos 
en el olvido. 

Tus ojos arrancándome el alma,
tragándose todo lo que soy 
el agujero negro de tus pupilas.

La tristeza se desangra 
en tu mesilla de noche. 
Se apagan las luces, se baja el telón, 
enciendo las velas a ver si puedo 
vislumbrarte a lo lejos. 

No da resultado. 
Hay un espejo 
y no me reflejo, 
sólo veo escarcha
-colgando de tu cabello-. 

Y dejémonos ir, 
como se deja ir la sal del mar hacia la orilla.

(La última vez que me drogo)
Del cristal pasamos a los cristales rotos
del día siguiente, 

sigo sin sentirte.



jueves, 17 de marzo de 2016

No me beses en la boca



En este patio de muertos me toca vivir, Son veinte y la cama: almíbar seré.

Mientras se cuecen las habas te quiero decir: Olvídame fuerte, igual que te amé.

Nunca seremos harina del mismo costal, Le pido lumbre a sus ojos y se echa a llorar.

Me bebo el aceite por ti De los pezones del aire, Tierno estaré y, aun así, No me beses en la boca: Soy vinagre. Replegaré las ojeras, no pienso remar, Iré contra el faro: tú desnúdate. Llévate miel y maldice mi estampa al pasar, Deshójame el trébol, yo te mentiré.

Nunca me cuadran las cuentas después de volar, Salen impares las alas, los nidos de más.

Me como las pieles por ti De los nudillos del tiempo, Solo estaré y, aun así, No me beses en la boca: Soy cemento. Me empapo de otoño por ti, Sé que los labios te arden, Frío estaré y, aun así, No me beses en la boca: No soy de nadie.

No soy de nadie.

No soy de nadie.

No soy de nadie.


Kutxi Romero

miércoles, 16 de marzo de 2016

Reincidentes

Hubo días en los que te quise. Otros, todo lo contrario. Te odié hasta la imposibilidad, odié tu forma de caminar. Las noches se volvían cada vez más absurdas, igual que la gente. Hubo días en los que ni quise salir de la cama. Días en los que te odiaba y pasaban lentos o demasiado rápidos. Dependías de mi perspectiva, de mi saber hacer. Hubo días en los que me odié a mi misma de una forma insuperable. Días en los que la música era una mera banda sonora, no curaba. Noches de cicatrices insaciables, apoyada en lo cómodo de tus pestañas, me mirabas. Días en los que el dolor no significaba nada, ni las palabras. Ni de coña tu mirada clavándose en mí. Días en los que desquicié a mi rabia. Noches en las que ni tus labios me salvaban. La mirada perdida que reabría mis heridas, eso eras tú. Ni las cenizas nos quedaban, habían volado con el viento, con el tiempo. De no evitarnos pasamos a hacerlo. Había días y había noches. La tristeza era compañera constante de nuestros andares. Él sabía lo que se decía.

Ahí fuera

Hay una guerra ahí fuera.
yo vuelvo a caer en tu trinchera
no queda nada ni nadie
que me absuelva

Arrastro las cadenas
de mi inconsciencia
ante los hechos de tu espalda
incompleta

Incompleta sin mis dedos por ella
se disipan los lunares de tu cuello
y cuando creo que me desintoxico
recaigo

Hay una guerra ahí fuera
resuenan trompetas
la calle arde
tú te alejas

Ya no se si sacar la blanca bandera
que un día fue nuestra sábana bajera
y pedirle al cielo una tregua
o trepar por tus piernas

en busca de una torre desde la que dispararos.

lunes, 14 de marzo de 2016

El andén





Hemos dividido el tiempo que nos queda,
la aritmética de tus labios calcula las palabras
de la esquela en la que me escribirás

La despedida de mi vida,
la playa sin mar,
besos de sal

El tren se va y yo no vuelvo,
en el andén se graban tus pisadas 
a fuego

 Y yo ya no espero.

Nunca más

He borrado mis imágenes contigo,
tu número de teléfono,
los desperdicios.

No quiero saber de tu sonrisa,
siempre con prisas,
siempre indecisa.

La vida entera,
se me envenena.

Tengo poco que decir,
a estas alturas
tengo poco que recorrer
en tu cintura.

No tienes sentido,
pareces un delirio.

Nunca más
Nunca más
Nunca más

Nunca más enjuagarás tus lágrimas
en mi espalda
Eres ceniza
y el viento se te lleva.

Te incendias en mi memoria
el yugo absurdo de tus ojos
que antaño me desquiciaba,
ahora me desgarra.

Nunca más.

Nunca más tu sexo y el mío serán las chispas de lo eterno.

Las miserias de sus crímenes


Quisiera saber por qué
estoy en esta cárcel metido,
tratado como un bandido
que no quiero ser ni soy.
¿Por qué me condena hoy
la sociedad corrompida?
Si delito ha cometido
el que no gozó jamás,
el que goza más y más
 tendrá culpas más atroces,
que son delitos los goces
 mientras lloran los demás.
Paso la noche y el día
soñando siempre con verte.
Y si aborrezco la vida,
me causa pavor la muerte.
Morir, ¿debería de morir?
No, ¡jamás!
Mas si no puedo vivir
como viven los demás,
aumentaré en uno más
la lista de los que gimen.
Y sepan los que me oprimen
que sólo mi vida arrastro
por escupirles en el rostro
las miserias de sus crímenes.

La Raíz

Poema original de Miguel de Medina - preso de la Guerra Civil española

miércoles, 9 de marzo de 2016

contraproducente

El tiempo no se detiene, no se a qué esperas.
Se con certeza que desesperas.

No se qué estamos haciendo,
no se qué estás haciendo.
Te miro y no se que piensas,
me bloqueas.

-



Quiero perderme en la noche negra de tus pupilas,
que la luna acompañe nuestros instintos suicidas,
por ver en este mundo que aniquila,
que no nos salva, que nos discrimina.

Quiero perderme en los surcos de tu piel,
en las marcas de expresión que deja tu sonrisa
imperecedera, a corre prisas.

Quiero desgarrarme en lágrimas,
quiero escuchar reír tu ánima.
Que las pisadas sobre el asfalto,
se tornen ruinas...

El hueco de la escalera



El atardecer atardece, 
sin más preámbulo que la noche efímera,
el día eterno de verano, la música en tu boca. 
El amor que nos desborda.

El cielo se ruboriza
ante tus pasos de asfalto profundo.
El incienso se mezcla con tu perfume
y me aturde.

Cierro los ojos. Respiro.
Es otro viernes etéreo,
lleno de humo y vísceras.

Y entonces comprendo;
que no son sólo tus ojos,
es tu aliento,
son mis ansias de devolverte el oxígeno.

El ir y venir del viento,
los semáforos eternos.
El nulo tiempo que nos queda,
en el hueco de aquella escalera.

El invierno que comienza,
notas de prensa,
desquicio en los bares.

En tus andares erráticos,
como naufragando en el mar Báltico
canto de las sirenas del desánimo.

Te escribí en las paredes,
en el papel higiénico
en servilletas de antros esotéricos.




Has vuelto como vuelven las heridas, 
primavera insensata y decaída, 
verano polar, invierno en tus labios. 

Miro de reojo a la luna 
por si me chiva 
donde es que están tus andares nocturnos.

a penas ha amanecido 
y yo ya madrugo, 
ya me pierdo en carreteras
observando al amanecer teñir de rojo el cielo. 

Que algo nos saque de éste invierno, 
de estos lamentos, 
de la ropa amontonada y vieja en el hueco de la escalera. 

Y que algo nos salve de lo insalvables que somos, 
que algo se nos retuerza dentro 
si es que así nos saca los sentimientos



Qué nos queda

La ciudad deshidratada, incomprendida. 
Salidas de emergencia colapsadas,
el viento en contra que te corta la cara. 

Los pies empapados 
tras pisar los charcos,
ahora todo esta húmedo. 

El pecador incapaz de redimir sus pecados
camina empapándose del gris del cielo, 
sus ojos se tornan arcoiris 
y las camas que deshizo ya arden en memoria de otros que llegaron después. 

Entonces el sol no se atreve a salir 
de entre las nubes opacas y blancas, 
desesperadas como prostitutas sin blanca, 
como un niño sin cena, sin poder acumular penas, porque malgastan demasiadas energías. 

Ve los rostros de la muerte caminando para llegar al fondo del autobús. 
Se detiene y observa. 
Los tormentos internos 
le dan punzadas en el costado izquierdo.

Pero avanza, avanza sin mirar atrás 
ni pensar en qué más. 
Avanza mirando sus pies, 
empapados de la vergüenza atónita de la ciudad, 

y ésta se decide y lo absuelve... 
Y entonces la lluvia cesa, 
y entonces ya nada nos queda
sino nuestras propias miserias.

Atascos



El amanecer siguiéndome los pasos,

en la ciudad que amanece para dejar de verte,

para dejar de ser asfalto.


Yo dejándote en los atascos,

tu risa tocándome el claxon.

Ciudad sin lluvia



Es más difícil de ver que las estrellas
entre la polución nocturna de la ciudad.
Luces de bohemia, ansiedad.

Su voz se desdibuja con las olas,
aprendí a llorar a solas,
sin lágrimas, sin sal.

Vuelven al mar las palabras inconscientes,
dicen que cuando no me miras,
me mientes

Y escalo la vela del barco
encallado en tu profundidad
Deshago las horas en los bares

Y más lejana está la soledad,
vagabundea de tus abismos
a mis principios

(De los miedos a la paz)

Y sin lluvia la ciudad nos dejará,
una vez más
volviendo a empezar,
volviéndonos a acabar.


Amantes de lo efímero


La ensordecedora monotonía de un lunes gris, 
mitigada por el susurro de los pájaros. 
A mí me delatan las miradas y lo sabes, 

La incongruencia de tus labios reposados
respira aritmética en cada paso. 

Miro atrás, ya no los cuento como antes.
Ya nada es lo que era. 
Ahora por tus caderas trepa
el alma que se me envenena.

Somos los mismos de antes de ayer. 
Evitamos el no contacto, 
emociones descompasadas 
que se adueñan de mis estados de ánimo

(El sol no nos ha bañado hoy la cara)

¿Y qué si somos amantes de lo efímero?












Siento que he estropeado una de las pocas cosas que de verdad he llegado a tener. Siento como el vacío me arrastra insensato por su corriente acuática, que se ha vuelto totalmente eléctrica desde el momento en que rocé su piel. Siento que los puentes que digo dinamitar a veces se derrumban por sí solos. Siento el peso de los días lentos en los hombros. Seguiremos siendo esa canción que no acaba de sonar bien del todo, tú seguirás siendo la melodía lejana y la humanidad el coro que termina de estropearla. Seremos entonces asfalto, tierra mojada. Y si algún día las corrientes premian a nuestro favor, desplegaré mis alas para las dos. Hoy es sólo el principio de las cartas anónimas sin destinatario que escribiré para que nadie y todos las lean. Y nadie y todos lo comprendan.




Con la mirada vacía si no te miro, esquivando los tiros.

No existencia



Me quedé para ni siquiera mirarte.
Esa noche, entre la niebla vi tu sombra.
Me quedé inmóvil, sin poder tocarte,
sin apretar mis palabras calladas contra lo incierto de tu boca.

Esa noche no anocheció para nosotros dos.
Anocheció para el resto del mundo,
para tus silencios inmundos, 
para mi miedo en la piel.

Esa noche me quedé mirándote y luego miré a la nada,
y ésta me gritaba, me llamaba
y me arrancaba
de lo cómodo de tus pestañas inacabadas.

Esa noche dejé de ser quien era,
dejé de lamentarme por cualquier ausencia,
pues fui consciente.

Sólo me tenía a mí.

La claridad siempre vuelve tras lo obscuro

Acabamos como empezamos, sin derechos, sin fundamentos. Vamos por el lado contrario, recorremos caminos de piedra. Las emociones nos guían y nos detienen en seco, como un frenazo, como cualquier comienzo. Destruye tu castillo de naipes, no hagas cosas que no sientes. Mira a la vida como ella te mira a ti. Mirada fría e incorpórea, difuminada desde los altares de la conciencia. Disfruta cada melodía que el tiempo se las lleva con demasiada prisa. Aprende de las hostias, de las vueltas de campana, de los rencores insanos del ser humano. Busca un rincón apartado, que no te den por encontrado. Date por perdido una y mil veces, reconstrúyete como cenizas de fénix. Cuando llegues al río ve contracorriente, sólo de esa forma alcanzas la mayoría de las cosas. Que no se te hunda el cielo nocturno encima, pues irremediablemente siempre vuelve a amanecer.


Desde que no somos nada



Desde que no somos nada,
enciendo el pitillo y se me apaga
como se apagan tus miradas
y se distancian las palabras.


Desde que no somos nada,

el viento se lleva nuestras madrugadas
se me evapora el alma
se vacían las gradas.


ya no me hablan tus pupilas,

desde que no somos nada,
solo me habla la luna al alba,
antes de esconder su doble cara.


Desde que fuimos polvo y latidos de más

desde la rutina que nos abstrae,
logro ver tu cara,
ensimismada en esa pantalla.


Escribo poesía a altas horas,

a desgana sin tu piel,
sin tus minutos que son eternidad.


El vaso a tope, nada de a medias tintas,

con el hielo y la ginebra
voy volando a tu ventana cada noche,
no cabe entre tú y yo ningún reproche.


Deshazte en las canciones que te hacen ver la realidad,

túmbate en mis párpados,
desgárrame las ganas
quédate a vivir en mis entrañas


que yo tengo para rato,

con este corazón insensato,
me la juego a todo o nada
cuando te veo en el humo de cada calada



















me tienes calada hasta la médula y lo sabes.


Absolución








Deshagámonos, desdibujémonos, ya nada vale nada si no encontramos la esencia. Borremos los besos, las noches de excesos. Borra mi sonrisa, yo borraré tu risa. Quema las sábanas que nos vieron amanecer, las cervezas a medio acabar de tu mesilla. Olvida el ruido del despertador que un día nos echó en cara nuestra pereza. Despluma la almohada sobre la que duerme nuestra conciencia, olvida los besos a medias, el humo difuminando la visión de tus ojos, lo absuelvo.

Arritmia

¿Estábamos yendo a ritmos diferentes? 
La montaña no dejaba de alejarse
a cada paso, su cima se agigantaba
tiraba por tierra nuestras ganas cansadas de coronarla


Recuerdo el café recién hecho por las mañanas
recuerdo el sofá, las sábanas
Los libros a medio leer, las estanterías polvorientas
el sexo, las turbulencias


La hora exacta 
en que el sol convertía en espejo las charcas
La sensación de vacío
el frío.