miércoles, 1 de junio de 2016

Incerteza de mis días tu sonrisa que a veces se enfría. Alma irrefrenable corre como electricidad por cualquier cable. Las tardes se tornan grises y la noche elude antiguos paisajes sobre tu pecho. Tormenta de verano, rotos, descosidos, abrazos de segunda mano. Quiero tu cielo en mis nubes, tu miedo en mis entrañas. La tristeza siempre fue tan necesaria. Incomprendida sensación de calma. Te disfrazas cada madrugada, nos adentramos en el bosque de ríos de agua salada. Nada pesa más que el despertar antes del alba y redescubrir nuestras múltiples caras, alegres, ensimismadas. Las cosas que se demuestran nunca son intencionadas. Ni en las buenas ni en las malas.

Grey

Lloramos océanos pero nunca nadie
se ahogó en nuestras lágrimas
Nos vaciábamos por dentro,
Nos hacíamos desde fuera.

Comprendimos el error pasado un tiempo,
Entonces nos fuimos consumiendo
Como en días de verano,
El agobio del fluir rápido del tiempo.

Nada nos abstrajo de la realidad,
Nadie nos salvó.
Trepamos por montañas infinitas
Y yo veía tu pelo diciéndome adiós.

Nos sumergimos en un sueño
Del que la humanidad no salió.
Nunca es tarde dijo un sabio
Pero nunca no dura para siempre

Igual que nada.

Fue en una noche sin luna,
En la que dejaste mi alma
Medio desnuda y con ansia
De desnudar la tuya.

Siempre queremos huir,
Nunca quisieron quedarse
La ciudad era cruel
y el cielo demasiado distante.

Un jueves gris el que nos consume
La espera por conseguir
Lo inalcanzable,
Lo inmaterial.

Amanece, que no es poco



El sol comienza a esclarecer las avenidas. 
Media luna brilla en sintonía 
con la luz de tus pupilas. 

Casi siempre callo 
lo que me recorre por dentro 
al tenerte en frente.

El viento sopla y se lleva una a una las noches, me envuelves. 
Ya sólo reconozco el olor de tu nuca, 
el pesar de tus párpados en tus días malos.

Pisándome los talones va la madrugada, 
que acaba antes de darnos cuenta, 
como casi siempre. 

Apuro las últimas caladas del cigarrillo 
camino a casa. 
Te escribo en el humo 
que me amordaza, 
al ser humano se le escapa la esperanza. 

Y tú te conviertes en mi credo
Me has robado las horas de sueño 
a cambio de los besos, 
del exceso de sed de tu cuerpo. 

Bajo por tu ombligo y llego a mi calle. 
Algún pajarillo susurra tu nombre 
y me deshace. 

El cántico de las noches voraces, 
deslizando tu mano por mi entrepierna 
y yo me pierdo en nostalgias innecesarias. 

Me reescribo al amanecer. 
No suenan ambulancias, el barrio en calma. 
Puede que esta sea la poesía más larga. 
Ya casi llego a casa. 

En cualquier esquina 
alguien descansa de la realidad, 
de la pérdida. 

No se si dormir o soñar con volver a rozar tu pecho en silencio.

la noche encendida

El sol comienza a esclarecer las avenidas. Media luna brilla en sintonía con la luz de tus pupilas. Casi siempre callo lo que me recorre por dentro al tenerte en frente. El viento sopla y se lleva una a una las noches en las que me envuelves. Ya sólo reconozco el olor de tu nuca, el pesar de tus párpados en tus días malos. Pisándome los talones va la madrugada, que acaba antes de darnos cuenta, como casi siempre. Apuro las últimas caladas del cigarrillo camino a casa. Te escribo en el humo que me amordaza,siendo consciente de que al ser humano se le escapa la esperanza. Y tú te conviertes en mi credo, tu piel mi única religión. Me has robado las horas de sueño a cambio de los besos, del exceso de sed de tu cuerpo. Bajo por tu ombligo y llego a mi calle. Algún pajarillo susurra tu nombre y me deshace. El cántico de las noches voraces, deslizando tu mano por mi entrepierna y yo me pierdo en nostalgias innecesarias. Me reescribo al amanecer. No suenan ambulancias, el barrio en calma. Puede que esta sea la poesía más larga. Ya casi llego a casa. En cualquier esquina alguien descansa de la realidad, de la pérdida. No se si dormir o soñar con volver a rozar tu pecho en silencio.

crucify your mind

En nuestro infierno particular, el vicio insano nos hace bajar la retaguardia. El silencio compartido nos habla y no calla. Perdemos y volvemos a la carga - la carga de los días pesados a la espalda - Me acuesto un miércoles y me levanto un miércoles. El alba me susurra pero yo no salgo de la cama. Estábamos esperando a que algo pasara. Yo busqué la redención entre unas piernas de cartón. Piernas colmadas de ansiedad y cortes, gastados pies de tanto andar por suelos de cemento. Ciudad sin lluvia, párpados sin sueños que se inundan como el mar. Infinitas posibilidades de abrazarte, cogen y me parten en dos. Tu boca me vuelve a juntar. Arritmia sentimental, miedo en las palmas de las manos. Puedo respirarlo, y aun así nos ahogamos.