Me muerdes el cuello
y yo pidiendo tregua
a tus abismos.
Manos frías,
corazón caliente.
Me llevas donde nada
nunca se arrepiente,
y ahora Medusa tiene
tus cabellos en vez de serpientes.
Me hipnotiza igual,
me quedo de piedra frente a tus párpados,
y cuando levantan...
sólo el fuego puede quemar esos ojos,
darles brillo,
marchitarlos.
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