domingo, 3 de mayo de 2020

La vida era otra

Nos dijeron que había que formarse, estudiar, acumular títulos sin sentido. También nos dijeron que sin dinero no se podía vivir, que cuanto más tuviéramos, más felices seríamos. La sociedad de consumo, la sociedad materialista, todo por la patria? No. Todo por el capital. Nos dijeron también cómo tenían que ser nuestros cuerpos. Cuánto teníamos que pesar, dónde podíamos tener pelo y dónde no. Nos dijeron que no era bueno mostrar debilidad, hacernos vulnerables frente a los demás. Que teníamos que poder con todo: estudiar, trabajar, ahorrar aunque nuestro salario fuera ridículo, conseguir pareja, coche, casa y otras tantas cosas materiales que no nos llevaríamos a la tumba. Cásate y ten hijos, decían, necesitaban más esclavos del consumo, para producir, para gastar. Se nos inculcó el odio y la mentira, cuestión del más fuerte. Pero lo que nunca nos dijeron, es que la vida, era otra. Que toda esa estructura perfectamente diseñada a la que teníamos que adaptarnos, era nuestra jaula. Pero sabes qué? Cuestión de supervivencia. Adáptate o mueres. Adáptate o no eres nadie. Y sabes qué pasó después? Que el sistema se desmoronó. Los relojes se atascaron, el consumo se detuvo, obligado. Y nosotros y nosotras que nos habíamos adaptado a esa irrealidad idealizada, no supimos cómo reaccionar, cuando nuestro supuesto estado de bienestar se convirtió en una jungla. Y todas las mentiras que nos habían contado empezaron a oler mal, a pudrirse. Pues la vida, en realidad, era otra. La vida no estaba afuera, no estaba en tus zapatillas nuevas, no estaba en mi título universitario, ni en mi trabajo, ni en nuestros ahorros, ni en la cuenta bancaria, ni en tener un cuerpo perfecto. La vida estaba dentro. Y sólo las personas capaces de descubrirse a sí mismas podían realmente sobrevivir a semejante locura. La burbuja explotó, y lo único que quedará tras nuestra marcha, será lo que hicimos por los demás. Será el amor que fuimos capaces de dar, sin esperar nada a cambio. Será la calma y la dicha de haberse conocido a una misma, sin quedarse en lo superfluo. Me duele el mundo, me duele la humanidad. Aún así, nuestro cuerpo no es más que un mero recipiente, que podemos llenar por dentro, o decorar por fuera. Tú decides. 

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